Cuando los
futbolistas del Cartagonova eran conocidos por sus motes
Cartagena, en aquel entonces, no vivía estados de
euforia futbolística, tampoco eran días para conseguir agrupar voluntades y
sentimientos alrededor de la pelota, entrar en ebullición y hacer pensar al personal en una pintoresca
comunidad de aventureros, una especie de cuadrilla con espíritu de equipo para
bautizar con remoquetes y sobrenombres para conquistar a sus jugadores y que
éstos se pusiesen el mundo por montera. Las ilusiones de unos incipientes
efesemaníacos estaban justificadas; se recordaban
sus estrecheces, las duras temporadas en Tercera División y 2ª B y su etiqueta
de club de la clase… Pero ellos siempre creyeron que su equipo era un verdadero
campeón y, por tanto, no podían permitirse dudas ni desmayos. Había que volver
a intentarlo. Para ganar la Liga y volver a competir en la liguilla de ascenso
no bastaban las paradas del Tarántula, ni las travesuras del Golfi, ni el
talento del Profesor, del Universitario o del Káiser. Se necesitaba además de talento,
desgaste, motor y, sobretodo familiaridad y amistad. Y para ello aquí está hoy
el Icue con sus recuerdos.
Así que si el
Icue les dice que un cualquier 14 de noviembre, en este nuestro caso de 1999,
en un partido de fútbol cualquiera, en esta ocasión contra el Novelda FC, el
entonces Cartagonova alineó el siguiente equipo frente a los noveldenses, para sólo
empatar, 1-1, pueden decirle al Icue que no es bien.
Así fue y aquí
lo tienen. Era el partido correspondiente a decimotercera jornada, encuentro
disputado en el viejo campo de La Magdalena, terreno en muy malas condiciones,
con presencia, según las crónicas, de unos 700 aficionados, buena parte de
ellos de peñas cartageneristas que animaron incesantemente al Cartagonova.
El Cartagonova
salió con: Tarántula en la portería; Magano, Platanito, Káiser, Tarzán en la
defensa; Timón y Sabio en el centro del campo; Ardilla, Dinamita, Coloso y
Estilete en la delantera.
Y luego ya sea
en el banquillo, ya en la grada, ahí andaban el Gigante, el Profesor, el
Flequi, el Rodillo, el Cerebro, el Golfi, el León, el Tanqueta, el
Universitario, el Indomable, el Mosquetero.
Esta era la
plantilla dirigida por Txutxi Aranguren y presidida por Florentino Manzanos. Eran
los supervivientes al “Cordobazo” y eran años cuando el fútbol tenía su encanto
y los apodos, motes o alias eran una cuestión muy natural dentro del mundo de los deportes, tanto era así que el Icue quiere
recordar que, por aquel entonces, muy pocos jugadores dentro del ámbito local,
regional, nacional e internacional se quedaban sin ese sobrenombre con el que
se les caracterizaba. Era todo un ritual y dentro de ese ritual los nombres
propios perdían su sentido y se dotaba con una aureola de humanidad al jugador con su apodo, que según la RAE era
el “Nombre que suele darse a una persona, tomado de sus defectos corporales o
de alguna otra circunstancia”.
Y así también la moda llegó al fútbol
cartagenero y como podrán observar eran de lo más extraños e insólitos, tanto
que, cuando los adquirían, se los ganaban para toda la vida y, es que, en el universo del fútbol, la tradición folclórica solía ser un hito
fundamental para entender la pasión y el sentimiento que generaba, hoy también,
una pelota y sus 22 protagonistas luchando en el fragor de la cancha. Creo
recordar que fue un escritor Uruguayo el que, escribiendo sobre el fútbol,
llegó a manifestar que: "El fútbol se parece a Dios en la devoción que le
tienen muchos creyentes y en la desconfianza que le tienen muchos
intelectuales”.
Y esto surgió después que Cartagena enmudeciera y el
viento, ese mal viento, arrastrase hacia el campo tantas ilusiones, tantos
proyectos y tantos sueños. Fue entonces cuando un grupo de chavales intentaron
crear ambiente para animar a la ciudad Trimilenaria un tanto decaída después de
aquel 30 de Junio de 1999 del desencanto que supuso aquella derrota. Ese grupo de chavales no fueron otros que los
de la peña el Submarino Albinegro, peñistas aficionados que cada domingo daban
colorido a los graderíos del Municipal Cartagonova. Está claro que este
submarino no era el de los Beatles, era uno más cercano ese que, tomando como
modelo el que inventó el insigne cartagenero Isaac Peral, lleva los colores del
fútbol de la ciudad pintados en blanco y negro.
Fueron trece muchachos, comandados por Jesús y José Manuel
Riquelme, por aquel entonces vicepresidente y tesorero de la peña, los que
pusieron en marcha el proyecto, inicialmente ambicioso y dañado tras la
decepción sufrida en aquel último partido de la liguilla de ascenso. “Éramos
cuarenta, me dicen, que tras el partido del Córdoba, muchos se echaron atrás y,
al final quedamos sólo trece”. Y estos trece peñistas del SUBMARINO ALBINEGRO son
los que apodaron a esos 22 futbolistas que Cartagena y la efesemanía todavía
recuerda, y no por sus nombres bautismales.
Texto de La
Medusa Paca y fotografías http://qapta.es/. Copyright ©
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