miércoles, 5 de marzo de 2014




Cuando los futbolistas del Cartagonova eran conocidos por sus motes


Cartagena, en aquel entonces, no vivía estados de euforia futbolística, tampoco eran días para conseguir agrupar voluntades y sentimientos alrededor de la pelota, entrar en ebullición y  hacer pensar al personal en una pintoresca comunidad de aventureros, una especie de cuadrilla con espíritu de equipo para bautizar con remoquetes y sobrenombres para conquistar a sus jugadores y que éstos se pusiesen el mundo por montera. Las ilusiones de unos incipientes efesemaníacos estaban justificadas;  se recordaban sus estrecheces, las duras temporadas en Tercera División y 2ª B y su etiqueta de club de la clase… Pero ellos siempre creyeron que su equipo era un verdadero campeón y, por tanto, no podían permitirse dudas ni desmayos. Había que volver a intentarlo. Para ganar la Liga y volver a competir en la liguilla de ascenso no bastaban las paradas del Tarántula, ni las travesuras del Golfi, ni el talento del Profesor, del Universitario o del Káiser. Se necesitaba además de talento, desgaste, motor y, sobretodo familiaridad y amistad. Y para ello aquí está hoy el Icue con sus recuerdos.  

Así que si el Icue les dice que un cualquier 14 de noviembre, en este nuestro caso de 1999, en un partido de fútbol cualquiera, en esta ocasión contra el Novelda FC, el entonces Cartagonova alineó el siguiente equipo frente a los noveldenses, para sólo empatar, 1-1, pueden decirle al Icue que no es bien.

Así fue y aquí lo tienen. Era el partido correspondiente a decimotercera jornada, encuentro disputado en el viejo campo de La Magdalena, terreno en muy malas condiciones, con presencia, según las crónicas, de unos 700 aficionados, buena parte de ellos de peñas cartageneristas que animaron incesantemente al Cartagonova. 

El Cartagonova salió con: Tarántula en la portería; Magano, Platanito, Káiser, Tarzán en la defensa; Timón y Sabio en el centro del campo; Ardilla, Dinamita, Coloso y Estilete en la delantera.

Y luego ya sea en el banquillo, ya en la grada, ahí andaban el Gigante, el Profesor, el Flequi, el Rodillo, el Cerebro, el Golfi, el León, el Tanqueta, el Universitario, el Indomable, el Mosquetero.


Esta era la plantilla dirigida por Txutxi Aranguren y presidida por Florentino Manzanos. Eran los supervivientes al “Cordobazo” y eran años cuando el fútbol tenía su encanto y los apodos, motes o alias eran una cuestión muy natural dentro del mundo de los deportes, tanto era así que el Icue quiere recordar que, por aquel entonces, muy pocos jugadores dentro del ámbito local, regional, nacional e internacional se quedaban sin ese sobrenombre con el que se les caracterizaba. Era todo un ritual y dentro de ese ritual los nombres propios perdían su sentido y se dotaba con una aureola de humanidad  al jugador con su apodo, que según la RAE era el “Nombre que suele darse a una persona, tomado de sus defectos corporales o de alguna otra circunstancia”.

Y así también la moda llegó al fútbol cartagenero y como podrán observar eran de lo más extraños e insólitos, tanto que, cuando los adquirían, se los ganaban para toda la vida y, es que, en el universo del fútbol, la tradición folclórica solía ser un hito fundamental para entender la pasión y el sentimiento que generaba, hoy también, una pelota y sus 22 protagonistas luchando en el fragor de la cancha. Creo recordar que fue un escritor Uruguayo el que, escribiendo sobre el fútbol, llegó a manifestar que: "El fútbol se parece a Dios en la devoción que le tienen muchos creyentes y en la desconfianza que le tienen muchos intelectuales”.

Y esto surgió después que Cartagena enmudeciera y el viento, ese mal viento, arrastrase hacia el campo tantas ilusiones, tantos proyectos y tantos sueños. Fue entonces cuando un grupo de chavales intentaron crear ambiente para animar a la ciudad Trimilenaria un tanto decaída después de aquel 30 de Junio de 1999 del desencanto que supuso aquella derrota.  Ese grupo de chavales no fueron otros que los de la peña el Submarino Albinegro, peñistas aficionados que cada domingo daban colorido a los graderíos del Municipal Cartagonova. Está claro que este submarino no era el de los Beatles, era uno más cercano ese que, tomando como modelo el que inventó el insigne cartagenero Isaac Peral, lleva los colores del fútbol de la ciudad pintados en blanco y negro.

Fueron trece muchachos, comandados por Jesús y José Manuel Riquelme, por aquel entonces vicepresidente y tesorero de la peña, los que pusieron en marcha el proyecto, inicialmente ambicioso y dañado tras la decepción sufrida en aquel último partido de la liguilla de ascenso. “Éramos cuarenta, me dicen, que tras el partido del Córdoba, muchos se echaron atrás y, al final quedamos sólo trece”. Y estos trece peñistas del SUBMARINO ALBINEGRO son los que apodaron a esos 22 futbolistas que Cartagena y la efesemanía todavía recuerda, y no por sus nombres bautismales.

Texto de La Medusa Paca y fotografías http://qapta.es/. Copyright ©

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