Hace dos años menos tres días, un 16 de diciembre de 2012 se jugó
en la Ciudad Deportiva Luis del Sol, era el partido correspondiente a la 17ª
jornada de liga del Grupo IV de segunda "B", un Real Betis B & FC
Cartagena. Se presentaba al mando del FC Cartagena José Rojo Martín “Pacheta” y
lo hizo con las bajas de hombres esenciales en esa plantilla que acababa de
conocer como Fernando Martín, Raimondi, Tonino, Diego Segura y Cañadas pero con
la buena nueva, estábamos a seis días de la Navidad, del canterano Dani. El
partido se disputó en una hora temprana del aperitivo, a las 11:30 y fue
dirigido por el colegiado Ramón Arias Madrid del Comité Territorial de Ceuta.
Todos los aficionados de buena fe esperábamos que se cumpliera
aquello de: “a entrenador nuevo, victoria segura. No fue así. Se hicieron tablas
ya que el gol de Perona no fue suficiente
para superar a un Betis B muy flojo y situado en el penúltimo lugar de la
clasificación. No fue un gran partido, tampoco malo para los intereses
cartageneristas. Se notó la mano de Pacheta: ahí estaba la imposición de su
juego directo. Eran balonazos que salían de las piernas del portero Juanma y
llegaban a los puestos delanteros, sí eran balonazos, pero balonazos con
sentido.
Pacheta terminó afónico, quemada su garganta, en aquella mañana
prenavideña y con ese verbo fluido, correcto, siempre diciendo algo y dando la
cara, manifestaba que estaba contento: “Estoy contento de la actitud de los
jugadores, muy contento porque quieren hacer cosas y para mí es muy importante
y estamos en ese proceso. Veo muchos defectos que hay que corregir”. Y con una
voz que no le salía del cuello de su camisa añadió lo que iba a ser su forma
particular de dirigir a su equipo: “Este equipo sabe sufrir, está aprendiendo a
sufrir y a estar juntos en el campo. Cuando seamos capaces de hacer eso,
daremos un paso al frente. El resultado de hoy es inamovible, nos hubiese gustado
vencer, pero debemos ver y aprender el momento en que hay que resolver los
partidos”.
¿Quien no recuerda a ese hombre enjuto, disciplinado, humilde, sabio, sacrificado y entrenador? El Icue, desde luego, muchooo.
El Icue, empate en la Bética y…el Ciprés de Silos
“¿Yo enchufado? Tácticamente soy bueno.”. (José Rojo, “PACHETA”)
Dos entrenadores nuevos, los dos no podían ganar en la
Ciudad Deportiva Luis del Sol y es por
eso por lo que se ha empatado con sabor a nada. Aun siendo importante el
empate, poco importante, pobre empate, muy poco empate, al Icue sólo le
interesa hoy manifestar sus sentimientos ya que no desea escribir ni del
partido ni del equipo, de nuevo me han decepcionado. El único deseo que tiene
es escribir de D. José Rojo Martín, “Pacheta” o “Pachetín”. Deseo darle crédito
y paciencia, todo el crédito que se otorga por estas sus altas tierras y toda
la paciencia que pudo recibir al criarse cerca de los monjes de Silos.
Para nada el Icue conoce al autor de esa frase que hoy
hace de entradilla. Son palabras de un hombre al que llaman, se hace llamar con
razón, Pacheta: es el apodo familiar. A su bisabuelo ya lo apodaban así en ese
querido y pequeño pueblo, poco más de 2000 habitantes, que es Salas de los
Infantes. Por eso, es suficiente, él es Pachetín, el más pequeño de cuatro
hermanos, el más popular, el ídolo y del que allá se sienten orgullosos, tanto,
tanto que, hubo un tiempo, en el que tuvieron que ensanchar algunas calles para
que él pudiera pasar con su Mercedes.
El hoy entrenador del FC Cartagena es el único
futbolista serranomatiego que llegó a jugar en la élite del fútbol español.
Bueno, el único no. Hubo antes otro del mismo pueblo: Juan Heras, ese que jugó
en el Burgos Club de Fútbol cuando éste equipo disfrutaba de la Primera
División y en él andaban, comandados por
Sergio Kresic, Portugal, Heras, Adorno, Manzanedo, Rufino Requejo y
hasta el mismísimo Juan Gómez, “Juanito”.
Me cuentan, como el Icue conoce esa tierra no necesita
comprobarlo, que este salense está dotado de todas esas virtudes que
identifican a todos aquellos que, siendo riojanos o burgaleses, son oriundos de
esa querida Sierra de la Demanda que imprime carácter, sinceridad, modestia
para convertir a los allí nacidos en amigos de todos, triunfadores y auténticos
señores.
Y está claro. El Icue que es andariego de estas
tierras y gran admirador y amigo del Monasterio de Silos, fundamentalmente, del
que hasta hace poco más de medio año fue su abad -Clemente Serna González-
persona que en cantidad de ocasiones, cuando le visitábamos, nos ofrecía una hemina de su buen vino
monástico: la última fue cuando me acerqué a saludarlo con mi hijo Ignacio y un
pariente experto en Historia del Arte al que acompañamos o nos acompañó para
aleccionarnos y sumergirnos, fundamentalmente a Ignacio, en ese bacanal del
románico, entre arpías jodiendo y dragones con cabezas de león, arquitrabes,
liturgia de las horas, capiteles fantasmagóricos cincelados por canteros y las
sombras de los monjes de San Benito que todavía siguen rezando.
Recuerdo que Clemente, casi sin expresión corporal,
delicadeza y sabiduría tuvo que
descender aquella mañana, para saludarnos, del histórico ciprés al que
estaba subido con el fin de podar las ramas enfermas que entorpecían su
desarrollo. Lo vimos bajar del ciprés gateando y para demostrarnos que estaba
allí, y que no era un milagro, asomaba la cabeza de trecho en trecho. Un hombre
que es capaz, pensamos, de subir y bajar como un mono por ese ciprés tiene
capacidad para ser más que abad.
Pacheta, ese que habla de fútbol sin hablar, desde que
ha llegado a Cartagena, me ha recordado al monje Clemente: ese que vi ascendido
al ciprés más cantado por los poetas no para podarlo de sus ramas enfermas,
sino para revitalizarlo tratando de recuperarlo. Esta mañana, es el segundo
partido que juega nuestro Cartagena en hora de aperitivo, he visto al enjuto
Pachetín como no hace mucho observé al ciprés de Silos y volví con mis
compañeros de viaje flipado, tocado, mientras los pájaros se quedaban en las
ramas aprendiendo canto gregoriano.
Hoy todos hemos quedado enmudecidos y también
rendidos, tanto o más como se rindió Gerardo Diego ante el enhiesto surtidor de
sombra y sueño. Y viendo la figura y escuchando al sin voz Pacheta me ha
recordado al hoy humilde monje de Silos al observar que a este fibroso salense,
después de este empate, no le basta al día, en palabras de mi paisano y monje
Berceo, con una libra de pan y un sextario de bon vino y le recuerdo que,
aunque el partido se jugó en esa canónica hora de sexta, cuando el canto
enmudece a los jilgueros, este empate no llegó en la hora precisa.
¡Pacheta!!!!!!!! Era el grito de “pocos millones y
muchos c...”que J. Antonio Camacho le lanzaba
y que él todavía llega a echar de menos. Era un grito o más bien un
chillido peculiar, de buenos recuerdos y de mucho cariño. ¡Ojalá, a partir de
hoy sea el grito de guerra en el Cartagonova! ¡Ojalá la efesemanía pueda
chillarte y gritarte cariñosamente: Pacheta!!!!!!!! Será algo grande, muy
grande. Y ¡ojalá, los que te quieren de verdad, que son muchos, te llamen y te
sigan llamando, cuando te encuentren, gaitero, pastor, cerilla, cabeza mecánica
y torero! ¿Son cosas del Icue o motes suyos? Sí, y además palabras serranas.
¡Ay, ay, ay!
Pedro-Roberto J.P. En un “Rincón para Doce”. Dies 12/09: ante diem
septimum decimum Kalendas Ianuarias. Nº 269.
Texto El Rincón del Icue. Fotos http://qapta.es/. Copyright ©
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