miércoles, 5 de febrero de 2014




El Almarjal, Juan González Tacoronte y los curas  


Respondió al nombre de Juan González Tacoronte, nació en Las Palmas un 2 de junio de 1927 y murió en Madrid un 6 de agosto de 1994 tras colgar las botas y después de ejercer como topógrafo. El protagonista del Rincón del Icue fue un delantero corpulento, luchador, perfectamente dotado para el remate de cabeza y excelente dominador del balón y, además, hoy es protagonista en el recuerdo de este Rincón del Icue en esta excelente anécdota.

Para situarnos el Icue se trasladará hasta los años 50, posicionar a la Unión Deportiva Las Palmas en ese derecho ganado a participar en la 2ª División del Fútbol español y, ¡atención!, no perder de vista el conocimiento que de las Islas se tenía desde la Península. 

Corría el año 1954 cuando la escritora Anita Serrano Rodríguez, en su novela “Herencia de amor”, llegó a describir a Gran Canaria de esta guisa: “La hermosa finca de Las Morenas no sólo era una mansión de lujo y recreo, sino una propiedad productiva, donde, además de las cosechas de cereales y plátanos que, aprovechando el paso de un riachuelo que permitía con gran facilidad verificar los riegos, había mandado plantar don Alfonso, poseía extenso olivar, algo de monte y una bien poblada ganadería de vacas suizas, con modernísima instalación de maquinaria para la esterilización de la leche, que, después, era vendida en los mercados mundiales en botellas especiales”. Está claro que, según tal descripción, la autora no tenía idea de lo que eran las Canarias ni las conocía en foto, y probablemente escribió de oído o documentada en algunos folletos turísticos más propios de los Alpes suizos cerealistas  y vestidos de olivos.

Bajo ese prisma de ignorancia geográfica ha de entenderse el testimonio dejado por aquel goleador canarión, Sinforiano Padrón, cuando acudió a Murcia con su Unión deportiva, 28 de mayo de 1950, para disputar un decisivo choque de promoción a 2ª División. Se relata que tan pronto se detuvo el autocar que los conducía desde el hotel a las inmediaciones del estadio, la muchedumbre arremolinada en derredor de las taquillas comenzó a gritar “¡Los canarios! ¡Llegan los canarios!”. Los futbolistas, dubitativos, comenzaron a descender, sin descartar alguna posible agresión. No, no fue así, le cuentan al Icue que el comportamiento de los murcianos no pudo ser más pacífico. Y en lugar de recibirlos enojados, sus rostros reflejaban tal asombro e incredulidad que su decepción fue grandiosa al comprobar que no era posible que viniendo de las Islas Canarias fuesen todos  blancos. ¡Todos blancos!


Y allí, entre los viajeros canarios, apareció Tacoronte, protagonista de nuestro Rincón y, antes de patear en el Almarjal, acudió al estadio Santiago Bernabéu, jugando en el Nancy francés, para disputar contra los merengues el partido de presentación del gran Alfredo Di Stéfano. Los merengues salieron humillados con un contundente 1-4. Tacoronte firmó tres goles y anonadó con tal sutileza goleadora al graderío que el diario Marca no tuvo otra opción que escribir: “Hemos venido a ver el debut de Alfredo Di Stéfano y lo que en realidad hemos visto es a un genial delantero centro canario llamado Tacoronte”.

De las anécdotas anteriormente aludidas, probablemente no haya otra como la fechada en Cartagena, durante y después del partido que supusiera el debut canario en 2ª División. Tacoronte fajador tenaz, padeció aquella tarde numerosas entradas de la defensa departamental sin que el árbitro, caserísimo, se diera por aludido. A medida que avanzaban las agujas del reloj y se endurecía el lance, se le agotó la paciencia y, al fin, Tacoronte se hincó de rodillas y mirando al cielo con las manos unidas, lanzó todo tipo de maldiciones, juramentos e improperios. 

Concluido el encuentro con tanteo favorable a los debutantes por 2-4, se presentaron en la estación ferroviaria varios sacerdotes preguntando por el paradero de Juan González Tacoronte. Ante la extrañeza de entrenador y directivos expedicionarios, le persuadieron para que bajase del tren. Aceptó y al verle en el estribo del vagón los sacerdotes corrieron para abrazarle efusivamente, alborozados. “¡Usted es un santo!”, clamaban. “¡Un auténtico santo!”. Futbolistas, directivos y demás viajeros, no salían de su perplejidad. Tacoronte no pudo encontrar palabras entre tanta turbación, los curas se explicaron: “Creemos que a usted se le debe proclamar santo porque a pesar del castigo infligido a los contrarios, se puso de rodillas y rogó a Dios por esos jugadores que no sabían lo que hacían”. Al arrancar el tren y con el grupo de sacerdotes despidiéndoles bajo la marquesina, el sorpresón se tradujo en chirigota, magnificada en el hotel cuando el propio Tacoronte se hizo con la sotana del capellán canario y, vistiéndola, inició un solemne paseo por el comedor, trazando la señal de la cruz.

Es el Icue cuando, desde su Rincón, comprende ahora aquel fabuloso cartelón publicitario de aquella inolvidable campaña 2009-2010 en el que se anunciaba aquello de  “Somos la Hostia”.

Texto transcrito por La Medusa Paca y fotografías http://qapta.es/ y Cartagena Antigua. Copyright

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