La apertura de la veda del “Cordobazo”
“Hay tres cosas que no pueden ocultarse mucho tiempo: el sol, la
luna y la verdad”. (Buda)
La afición, los aficionados, los forofos, la, con
todos los respetos, masa futbolera son, para el fútbol, un hombre, un paisaje y
una pasión. Y un gol o dos o tres o más, en tiempo de vacas gordas, o ninguno. El Icue ha visto aficionados y se
ha sentado junto a ellos, junto a los que se fumaban sus buenos vegueros, cerca
de los de tabaco de liar, próximos a los de cigarrillos en cajetilla y casi
pegadito a aquellos que liaban su cigarrillo de tabaco cucarachero con la
prudencia y el tiento de siempre. Es que el Icue fue forofo y correcaminos
seguidor.
Ahí la efesemanía que ya existía, pero no se llamaba
así, está en la foto en capilla: faltaban pocas horas para la apertura del
“Cordobazo” y todos, a pocas horas de que el balón echara a rodar en el
Arcángel, ya presentían la caza del incauto y sentían la proximidad del vuelo
del pájaro, presintiendo el olor a
pólvora, los devaneos de Aranguren y el cansancio sin reparar de todos los
kilómetros recorridos desde la Trimilenaria hasta la Califal para presenciar
ese penúltimo partido de la fase de ascenso a La 2ª División un 27 de junio de
1999. Ahí los tienen ustedes, esperando el momento, el pistoletazo de salida.
Todo está engrasado, los jugadores impacientes y la cuadrilla a punto. Hay bureo,
nervios e impaciencia y hace calor, demasiado calor, la sartén cordobesa echa
humo. Todos lo saben. Soplan vientos de inquietud y la fiebre también cuece a
los aficionados. Todos están ahí, recién llegados y todos tienen nombre.
Todavía no están frustrados pero ahí están con exceso de pasión y mucha
esperanza.
Ahí tienen a ese ramillete de aficionados, grandioso, todos
tienen su alias. Posados en la pacífica orilla del Guadalquivir, lanzando un
“quejío” en junio, marcando el comienzo de la fiebre blanquinegra, esa que da
señales de vida cuando se le convoca porque su Efesé juega al fútbol y cuando
un estadio propio o ajeno se convierte en un fenómeno eléctrico. Están ahí para
exhibir su cartagenerismo dentro y fuera del campo. Son forofos capaces de
cruzar la línea mental que separa sus vidas cotidianas de sus vidas futboleras y adentrarse en otra
dimensión, dar un salto de una realidad a otra, del relativamente estable
terreno emocional del trabajo o la familia a la furia elemental de aquel otro
personaje que llevamos dentro, el que tiene como objetivo único el triunfo de
su equipo, aunque ciertos sabiondos, pseudo-intelectuales los traten con desdén.
Son aficionados viviendo su mundo, bendito mundo, como es y siempre será. Son aficionados
que tratan de explicarnos que la vida es cíclica, que hay días buenos y días
malos, años de triunfos y años de sufrimiento, aficionados, perplejos ante los
caprichos de la diosa Fortuna. Son los que nunca pierden la esperanza con visión
irónica en el fondo. Son los aficionados maduros, capaces de meterse en la
cabeza, entender, sin tener que racionalizar nada, que el sufrimiento y la
injusticia son inevitables, que la cuestión es saber vivir o sobrevivir como
mejor puedan, disfrutando de las alegrías y consuelos que el mundo nos ofrece
día a día, partido a partido. Son aficionados sabios, capaces de interiorizar las
ineludibles tristezas de un triunfo y los misterios y las limitaciones de una
injusta derrota.
¡Ay los aficionados! ¿Qué sería de los clubes sin los
aficionados-seguidores-forofos? Ahí están los nuestros, ahí los tenemos de
espaldas a la Mezquita, ese edificio que jamás aburrirá al mirarlo y que nunca
nos cansaremos de visitarlo, ese que lo llegaron a inventar los musulmanes bajo
influencias persas para dejárnoslo con espacios sin jerarquías. Ahí los tienen
a pleno sol, sin pamelas y sin sombrillas, con alguna gorrilla suelta y sin
esos mitones de algodón que suelen utilizar los japoneses que suelen cubrirles
desde los nudillos hasta el hombro, blindándoles contra el melanoma cuando la
visitan. Ahí están los nuestros, mirando por fin al río e invitándose a
disfrutar de las mejores temperaturas que el bondadoso Guadalquivir
proporciona.
Ahí están, homenaje a ellos, y viéndolos en esta
instantánea de Abel F. Ros he recordado a Pío Baroja y a esa su novela “La
feria de los discretos” – 1905 – cuando nos describe a un joven Quintín,
llegando a Córdoba lleno de energía en tren y andando por el paseo del Gran
Capitán y esas calles y plazas de hace siglo y medio y como guerrero fiero sentarse
ante esa fuente, en la plaza de las Tendillas, presidida por esa estatua de
Gonzalo Fernández de Córdoba, que da frescor con sus chorros y donde destaca la
siguiente inscripción: "Más quiero
la muerte dando dos pasos adelante que vivir cien años dando uno solo hacia
atrás": Inscripción que podían haber firmado esos “guerreros” efeseistas.
Ahí está esa afición y, al fondo, el puente romano de
los 16 vanos, invitándoles a empezar la ruta tratando de meterse en la piel de
los viajeros. Y a sus espaldas esa mole que les recibe y los contempla. Es la
Mezquita, con sus calesas a la sombra y los naranjos del patio. Y seguramente,
el Icue los imagina, al resto de la multitud que corre, grita y arma bullicio y
hasta intentan buscar la sombra bajo los árboles. Era finales de junio y hacía
calor, mucha calor. Pero fue una tarde, gloriosa tarde para estar en Córdoba,
ver ganar a nuestro Efesé, marchar a casa felices, descansar y hasta ver pasar
una ilusión, la del Cordobazo. Eso fue otra historia, en Cartagena y unos días
después.
PD. En este FC Cartagena,
hoy defraudador, urge un minuto de amargura. O dos. O tres cuartos de hora. O
toda una amargada semana hasta que pase el siguiente. Hoy el Icue no ha podido lanzar
las campanas al vuelo e invitarnos a rendir un tributo, gritar una exaltación
ante este equipo de los Belmonte, Víctor y sus muchachos y toda esa efesemanía
que lo respalda y enaltece. Esta mañana de “Tosantos” se nos han mostrado como
hombres de bandera sí, pero arriada, sea con la clásica blanquinegra o esa otra
de color carmesí que tanto todos apreciamos. Este equipo que no es pequeño,
tampoco muy grande, pero es nuestro, y
hoy, a punto de sonar las campanas del almuerzo, ha hecho que todos nos disgustemos
y entristezcamos en él. Un empate no vale para seguir esperando su escapada hacia
la escalada de los peldaños superiores.
Al acabar el partido el Icue ha recordado aquella anécdota que Freud
cuenta de Moisés cuando el faraón lo tomó en brazos y lo levantó jugando. El
rapaz de tres años le arrancó la corona de la cabeza y se la caló otra vez.
¡Ojo, que es esto lo que esta mañana no ha podido hacer nuestro querido
Cartagena contra un Betis bueno que hasta pudo ganarle!
Y colorín, colorado, hasta aquí el remember que en la mañana de Todos
los Santos se ha difuminado.
Real Betis Balompié B 0-0 FC Cartagena
ALINEACIONES
Real Betis Balompié: Pedro, Rafa Navarro, Madrigal, Pozo, José Carlos, De la Hoz,
Francis (88’ Junior), Rayco, Juanma (73’ Loren), Toni Segura (77’ Julio) y
Abeledo.
FC Cartagena: Limones; Ceballos, Moisés, Ayoze (33’ Jonxa), Candelas; Sergio
Jiménez, Rivero; Juanlu , Cristo (58’ Pepe Palau), Fede Laens (80’Montero) y
Menudo.
GOLES: Real Betis Balompié 0 - FC Cartagena 0
Pedro-Roberto J.P. desde el “Rincón del Icue”. Dies 11/1: Kalendae
Novembres. Remember Nº 05.
Texto El Rincón del Icue. Foto http://qapta.es/. Copyright ©
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