domingo, 1 de noviembre de 2015





 La apertura de la veda del “Cordobazo”

“Hay tres cosas que no pueden ocultarse mucho tiempo: el sol, la luna y la verdad”. (Buda)

La afición, los aficionados, los forofos, la, con todos los respetos, masa futbolera son, para el fútbol, un hombre, un paisaje y una pasión. Y un gol o dos o tres o más, en tiempo de vacas gordas,  o ninguno. El Icue ha visto aficionados y se ha sentado junto a ellos, junto a los que se fumaban sus buenos vegueros, cerca de los de tabaco de liar, próximos a los de cigarrillos en cajetilla y casi pegadito a aquellos que liaban su cigarrillo de tabaco cucarachero con la prudencia y el tiento de siempre. Es que el Icue fue forofo y correcaminos seguidor. 

Ahí la efesemanía que ya existía, pero no se llamaba así, está en la foto en capilla: faltaban pocas horas para la apertura del “Cordobazo” y todos, a pocas horas de que el balón echara a rodar en el Arcángel, ya presentían la caza del incauto y sentían la proximidad del vuelo del pájaro,  presintiendo el olor a pólvora, los devaneos de Aranguren y el cansancio sin reparar de todos los kilómetros recorridos desde la Trimilenaria hasta la Califal para presenciar ese penúltimo partido de la fase de ascenso a La 2ª División un 27 de junio de 1999. Ahí los tienen ustedes, esperando el momento, el pistoletazo de salida. Todo está engrasado, los jugadores impacientes y la cuadrilla a punto. Hay bureo, nervios e impaciencia y hace calor, demasiado calor, la sartén cordobesa echa humo. Todos lo saben. Soplan vientos de inquietud y la fiebre también cuece a los aficionados. Todos están ahí, recién llegados y todos tienen nombre. Todavía no están frustrados pero ahí están con exceso de pasión y mucha esperanza. 

Ahí tienen a ese ramillete de aficionados, grandioso, todos tienen su alias. Posados en la pacífica orilla del Guadalquivir, lanzando un “quejío” en junio, marcando el comienzo de la fiebre blanquinegra, esa que da señales de vida cuando se le convoca porque su Efesé juega al fútbol y cuando un estadio propio o ajeno se convierte en un fenómeno eléctrico. Están ahí para exhibir su cartagenerismo dentro y fuera del campo. Son forofos capaces de cruzar la línea mental que separa sus vidas cotidianas de sus  vidas futboleras y adentrarse en otra dimensión, dar un salto de una realidad a otra, del relativamente estable terreno emocional del trabajo o la familia a la furia elemental de aquel otro personaje que llevamos dentro, el que tiene como objetivo único el triunfo de su equipo, aunque ciertos sabiondos, pseudo-intelectuales los traten con desdén. Son aficionados viviendo su mundo, bendito mundo, como es y siempre será. Son aficionados que tratan de explicarnos que la vida es cíclica, que hay días buenos y días malos, años de triunfos y años de sufrimiento, aficionados, perplejos ante los caprichos de la diosa Fortuna. Son los que nunca pierden la esperanza con visión irónica en el fondo. Son los aficionados maduros, capaces de meterse en la cabeza, entender, sin tener que racionalizar nada, que el sufrimiento y la injusticia son inevitables, que la cuestión es saber vivir o sobrevivir como mejor puedan, disfrutando de las alegrías y consuelos que el mundo nos ofrece día a día, partido a partido. Son aficionados sabios, capaces de interiorizar las ineludibles tristezas de un triunfo y los misterios y las limitaciones de una injusta derrota. 

¡Ay los aficionados! ¿Qué sería de los clubes sin los aficionados-seguidores-forofos? Ahí están los nuestros, ahí los tenemos de espaldas a la Mezquita, ese edificio que jamás aburrirá al mirarlo y que nunca nos cansaremos de visitarlo, ese que lo llegaron a inventar los musulmanes bajo influencias persas para dejárnoslo con espacios sin jerarquías. Ahí los tienen a pleno sol, sin pamelas y sin sombrillas, con alguna gorrilla suelta y sin esos mitones de algodón que suelen utilizar los japoneses que suelen cubrirles desde los nudillos hasta el hombro, blindándoles contra el melanoma cuando la visitan. Ahí están los nuestros, mirando por fin al río e invitándose a disfrutar de las mejores temperaturas que el bondadoso Guadalquivir proporciona. 

Ahí están, homenaje a ellos, y viéndolos en esta instantánea de Abel F. Ros he recordado a Pío Baroja y a esa su novela “La feria de los discretos” – 1905 – cuando nos describe a un joven Quintín, llegando a Córdoba lleno de energía en tren y andando por el paseo del Gran Capitán y esas calles y plazas de hace siglo y medio y como guerrero fiero sentarse ante esa fuente, en la plaza de las Tendillas, presidida por esa estatua de Gonzalo Fernández de Córdoba, que da frescor con sus chorros y donde destaca la siguiente  inscripción: "Más quiero la muerte dando dos pasos adelante que vivir cien años dando uno solo hacia atrás": Inscripción que podían haber firmado esos “guerreros” efeseistas. 

Ahí está esa afición y, al fondo, el puente romano de los 16 vanos, invitándoles a empezar la ruta tratando de meterse en la piel de los viajeros. Y a sus espaldas esa mole que les recibe y los contempla. Es la Mezquita, con sus calesas a la sombra y los naranjos del patio. Y seguramente, el Icue los imagina, al resto de la multitud que corre, grita y arma bullicio y hasta intentan buscar la sombra bajo los árboles. Era finales de junio y hacía calor, mucha calor. Pero fue una tarde, gloriosa tarde para estar en Córdoba, ver ganar a nuestro Efesé, marchar a casa felices, descansar y hasta ver pasar una ilusión, la del Cordobazo. Eso fue otra historia, en Cartagena y unos días después. 

PD.  En este FC Cartagena, hoy defraudador, urge un minuto de amargura. O dos. O tres cuartos de hora. O toda una amargada semana hasta que pase el siguiente. Hoy el Icue no ha podido lanzar las campanas al vuelo e invitarnos a rendir un tributo, gritar una exaltación ante este equipo de los Belmonte, Víctor y sus muchachos y toda esa efesemanía que lo respalda y enaltece. Esta mañana de “Tosantos” se nos han mostrado como hombres de bandera sí, pero arriada, sea con la clásica blanquinegra o esa otra de color carmesí que tanto todos apreciamos. Este equipo que no es pequeño, tampoco muy grande, pero es nuestro,  y hoy, a punto de sonar las campanas del almuerzo, ha hecho que todos nos disgustemos y entristezcamos en él. Un empate no vale para seguir esperando su escapada hacia la escalada de los peldaños superiores.
Al acabar el partido el Icue ha recordado aquella anécdota que Freud cuenta de Moisés cuando el faraón lo tomó en brazos y lo levantó jugando. El rapaz de tres años le arrancó la corona de la cabeza y se la caló otra vez. ¡Ojo, que es esto lo que esta mañana no ha podido hacer nuestro querido Cartagena contra un Betis bueno que hasta pudo ganarle! 
Y colorín, colorado, hasta aquí el remember que en la mañana de Todos los Santos se ha difuminado. 

Real Betis Balompié B 0-0 FC Cartagena

ALINEACIONES

Real Betis Balompié: Pedro, Rafa Navarro, Madrigal, Pozo, José Carlos, De la Hoz, Francis (88’ Junior), Rayco, Juanma (73’ Loren), Toni Segura (77’ Julio) y Abeledo.

FC Cartagena: Limones; Ceballos, Moisés, Ayoze (33’ Jonxa), Candelas; Sergio Jiménez, Rivero; Juanlu , Cristo (58’ Pepe Palau), Fede Laens (80’Montero) y Menudo. 

GOLES:   Real Betis Balompié 0 - FC Cartagena 0 

Pedro-Roberto J.P. desde el “Rincón del Icue”. Dies 11/1: Kalendae Novembres. Remember Nº 05.

Texto El Rincón del Icue. Foto http://qapta.es/. Copyright ©

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