La verdadera
pasión del fútbol, aunque no erudita, o sí
El Icue hoy,
al tener vacaciones los escolares y las bibliotecas están tranquilas, ha
querido acercase, y lo ha hecho, a una
de ellas, la que más fondo editorial tiene a revolver en su hemeroteca. Aquí el
Icue se desenvuelve bien, está habituado, para él, los lugares en los que se
amontonan centenares de
traducciones del Quijote a todas las lenguas del mundo y donde se muestran
vitrinas repletas con los estudios que se le dedican, son su habitáculo casi
natural. Es una joya con paredes de ladrillos, tejas y vigas centenarias, pero
minúscula. ¡Qué más da!, si el Icue hoy solo necesita una silla, un
pupitre para poder hurgar entre
periódicos amarillentos y llenos de ese polvillo tamizado que ataca a los ojos
y hace estornudar a la nariz. Es lo natural de estos sitios donde todo mana
pasión y furia erudita, amor hacia lo clásico, latinismo, helenismo y
enciclopédico.
El Icue quiso hurgar sobre el incipiente fútbol base
cartagenero, entroncado o unido umbilicalmente con el FC Cartagena, sobre sus
clubs y sobre los artífices, si es que los hubo, de todo su desarrollo. Y, efectivamente, haberlos ahílos y tropecé
con ellos o se me presentaron y hasta fueron campeones nacionales.
Y los encontré. Allí estaban, silenciosos, como
escondidos, como si fuesen estudiantes que hubiesen acudido allí a estudiar
banca o derecho, para incrementar el negocio familiar, pero no, allí descubrí
que su vocación fue el fútbol y que se dedicaron a él con pasión y furia aunque
ésta no fuese erudita. O sí.
Me encontré con un hombre, dedicado de pleno al
fútbol base. Se llama Pedro Furió, es un personaje altruista, con muchas horas
de fútbol base a sus espaldas. Es entrenador
titulado y así ejerció durante unos años en los equipo base del “Efesé” para, después, retornar con bríos y energía al Naval Deportivo, motivado por el gusanillo del
fútbol que lleva dentro y por una razón de peso. Su hijo Dani quería ser
futbolista. Tras su paso por el equipo de Los Juncos fue reclamado por el club
de sus amores, su “Efesé”. Y allí fue
capaz de configurar un equipo y como buen conocedor de los chavales consiguió proclamarse
campeón de su grupo y dar el salto de categoría.
Y allí, también, hallé a un auténtico lujo para los
alevines. Me topé con un hombre auténticamente preparado en la materia,
fundamentalmente en esa parcela física para los alevines. Se llama Andrés Lavín, preparador físico y
preparador de pautas a seguir por un sinfín número de jóvenes jugadores.
Garantía de trabajo bien hecho y adecuado a la edad de los niños.
Y, también por allí andaba un delegado y
fundamentalmente un padre, Julián Tortosa, persona que tiene muy claro que, por
encima de los resultados, está algo más importante: la formación de los
chavales. Y sin olvidar a ese entrenador de porteros y 2º técnico llamado
Javier Tortosa.
Y, con estos mimbres pudo construirse un buen cesto,
hacer historia y acceder a la primera fase del campeonato de España de cadetes.
Real Betis Balompié y Unión Deportiva las Palmas fueron sus rivales. El
Campeonato tuvo lugar en Badajoz. Y Allí marcharon “con enormes deseos de
superar a béticos y canarios”. Este equipo era entrenado por Isidoro y se alzó
con la victoria en la fase final regional de la categoría frente al Ranero y de
esta manera consiguió el pasaporte para la posterior fase nacional. Lo
consiguieron. Aquellos zagales bordaban el fútbol. ¿Qué fue de ellos? Qué fue
de los Araña, Juanjo, Quinín, Ayala, Miguel; Guti, Felíu, Josema, Jesualdo,
Alberto, Molina, López, Carlos, Mani, Luis, Diego, Joaquín, Cesar, Fernández,
Mellinas, Mena, Meroño y Mani. Qúé fue de ellos, y de Isidoro y Julián y de
Javier Tortosa y de Andrés Lardín? Y de Pedro Furió?
Y ahora, 2014, vuelven las mismas historias de
siempre, los mismos engaños y la misma inoperancia. Y es que el Icue no se cree
lo de las fundaciones, lo de potenciar el fútbol base y lo de esa creación de ciudad
deportiva a imagen y semejanza de las existentes en Mareo, Lezama y tantas y
tantas otras. Y mientras nuestro FC Cartagena con hambre y sed de fútbol base.
El Icue, después de su estancia, se marchó
satisfecho por lo investigado y por lo confortable de la estancia, que no recordó
para nada esa misma, en otros años, cuando por ella rastreaban las ratas que
traían el virus desde los barcos que acarreaban especias del Oriente, e
infectaban la ciudad con su pestilencia que alejaba a los ilustrados de los
infolios conventuales y de los clásicos griegos y latinos mientras los acercaba
al pueblo llano, a las tabernas y a los dormideros de mendigos, a los dichos de
la chusma, a su verba deslenguada y a la lujuria y bellaquerías exacerbadas por
la sensación de cataclismo, de fin del mundo. Hoy doy gracias a esta inmersión desde
el mundanal ruido infantil, juvenil y cadete de ese magnífico deporte llamado
fútbol. Vale.
Texto y fotos El Rincón del Icue.
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